Soy como una paja,
como el resto de un cristal horadando,
impío,
tu calzado de gamusas coloridas y aterciopeladas.
Soy un animal pútrido,
una hierba rastrera empapada de lodo y de tristezas
que empaña
que ensucia
la balustrada añil de tu antesala
con toscas ilusiones y deseos necios,
con malos Te Quieros,
con enfermedades asquerosas, indeseables e imperdonables.
Yo, la eterna pecadora.
La que nada lleva encima,
la que nada vale.
La que no te despierta nada,
más que compasión, odio y pesadillas.
Malos sueños,
y el amargo de la boca...
¿Qué soy yo yo, entonces?
¿Una serpiente enferma?
¿Una rosa muerta tirada, olvidada,
humillada, mancillada
por el resto de la suelas de los otros?
¿Quién soy yo?
¿Un deseo moribundo?
Si acaso soy lo que nadie más en el mundo,
quiere ser.
Aléjate, si tanto me desprecias.
Porque hasta las arañas, los lagartos y las fieras,
sentimos.
Pareciera que te estorbo,
que no te soy nada!
Que te paso por el buche como un agua sucia de hastío y de destrozos,
que soy algo repudiable, tonto, desechable;
mis dedos,
en tu cabello,
o acariciando tu rostro,
son gusanos húmedos y fríos
que se arrastran en tu piel como insectos suplicantes,
moribundos...
... y yo me quiero morir.