Favor de acariciar a la Rocamadour.

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Ideales

CAPÍTULO UNO

La Guerra. Por los valles, por los prados y los montes, hay batallas violentas, infectadas de saña, de vacío.
Muy lejos, escondido por la paz de un campo verde, un pequeño campamento se yergue solitario e impasible. Allí, por las hojas de los árboles, por el viento que corta los labios y hiere los ojos, se oye el rumor de la lluvia fría y cruel.
La tormenta se desprende sobre el mundo, sobre las armas. Las gotas heladas agreden la tela de una tienda remota y escondida, colándose a veces en forma de tímidas goteras que escurren por los múltiples remiendos. Aquí, bajo el furor del compás de su caída, se hallan dos comensales que beben juntos una botella de licor sentados en el suelo austero de la tienda. Uno de ellos, una mujer, rodea con los brazos sus rodillas y frunce el ceño, pensativa. Con una cara de notable angustia cierra los ojos y toca, con sus dedos trémulos, una de las heridas ya sanas de su cara. Con la otra mano, agita el vaso con licor.
— ¿Qué vamos a hacer? – Dice sacudiendo la cabeza y echando el cuello hacia atrás mientras una lágrima sutil de frustración escapa de sus ojos.
De repente se incorpora y, furiosa, destroza el vaso aún lleno contra el suelo.
— Tranquila – Responde el muchacho. – Ellos no saben nada. Tienes que disculparme que no haga nada más por Esto… pero sería arriesgado. Te pondría en peligro; y al Movimiento también…
— ¡Pero dices que las tropas se mueven en dirección nuestra!... ¡las tropas!... ¿de cuántos hombres hablamos?, ¿¡cinco mil!?
— ¡Ellos nunca hallarán este lugar!… están ocupados rastreando las montañas. El valle es seguro...
— ¿Qué ocurrirá si nos encuentran?- Caminaba por la tienda con una mano sobre los ojos. Quizá lloraba.
— No los hallarán…. Yo… yo… ¡Diré que huyeron!, que se escondieron en los prados del oeste…
Ella dejó de vagar y se detuvo de pronto. Abrió los ojos muy grandes, como platos…
— ¿Fernanda?... Fernanda, ¿qué te pasa?
Resonaros gritos a lo lejos.
—No- murmuró él de modo casi imperceptible con angustia en los ojos.- ¡¡Espera!! ¡No salgas!

Fernanda irrumpió en el exterior. La cortina de agua era tal que no veía con exactitud casi nada. A su alrededor, se agitaban hombres en revuelos y estampidas… Había disparos en el aire que pasaban zumbando a su lado…
Entonces, con la cara empapada y las manos entumecidas por el frío, se disponía a tomar el arma de su cintura, cuando cuatro manos la sujetaron con fuerza y la tiraron al suelo de rodillas.
— ¡Alto!-Gritaba el muchacho a sus espaldas. — ¡Alto! ¡Esto no es lo que parece!
Ella permanecía con los ojos cerrados. Su gesto era tranquilo…. Una sonrisa atravesó por sus labios cuando el gatillo chasqueó con la explosión repentina de la muerte. Sintió la bala atravesarle igual que las palabras que mataron su esperanza:
— General Juan Antonio; está usted acusado de Alta Traición.

CÁPITULO DOS

La celda es pequeña y fría. Por los barrotes, una serie de guardias vacíos se pasean.
Dentro, un muchacho devorado por un uniforme se arrincona en una esquina sucia de su cárcel. Su mirada no recae en los guardias que lo burlan y lo insultan, sino que atraviesa las paredes… los horrores.
Su cuerpo está molido a golpes por los hombres; su sueño, molido por la muerte. En su mente desfilan pesadillas reales… y ficticias, y tras todo esto; tras de él, tras la celda, tras los guardias, el patíbulo se extiende con su furia incontenible. Más allá, no hay más lluvia. La batalla se ha suspendido y los cuerpos de los rebeldes que cayeron se esparcen por el suelo aún en llamas. Hay escaramuzas en los valles todavía, pero son de rencor… y de tristeza. En el valle emboscado hay ya tumbas, pero el cadáver de Fernanda no yace allí.
El gobierno le condena al fétido horror de una fosa común.
Con la Comandante del movimiento Disidente, muere también la Revolución Arrealista Sociomexicana.

El General oye la prédica humillante del ministro en su silencio enclaustrado, puede sentir el hedor del agujero que se abre en la tierra aún blanda, ve el cuerpo de su amiga aún tierno, aún blanco, arrojado por las manos de carniceros hambrientos de dinero y de poder. En el monte aúlla una alimaña.

— ¿Sabes? No sé cómo te sientas tú, pero a mí me encantó que hayas venido. ¡Eres una persona maravillosa! Por favor… nunca cambies.
— Me esmeraré en ello, confía en mí.

En la lejanía resuena el saludo a un oficial. El sonido de los tambores irrumpe en el aire.

— Espero que te guste la pizza hut, ja ja ja... ¿te importa si la pedimos de champiñones?
— Sí, está bien, pero… ¿No tienes frijoles?- Risas.

— Levántate, pinche marrano. Te llegó la hora.
Cuatro manos lo sacan de la celda y lo llevan a casi arrastrando por los sucios pasillos de la prisión. Sus piernas no responden… Él ya no está allí.

— ¡En serio!- Risas- Te digo que seré socialista… me voy a poner allí, con los manifestantes de la UNAM…a hacer paros y eso. – Risas- Yo creo que hasta a la revolución voy a llegar…
— ¡Sí!, entonces tú harás las revoluciones y yo iré a reprimirte.-Risas- No, ¿como crees? Seré tu espía en el bando contrario.
— Jo jo… y cuando te descubran y te juzguen por Alta Traición al Ejército, iré a recuperar tu cadáver de la fosa común…
— Uy, que optimista.- Risas.

— General, está usted acusado de Alta Traición al Ejército al verse sorprendido negociando con el enemigo. El Supremo Tribunal Militar le ha condenado a…- Los presentes toman saliva.- Morir fusilado.
Los tambores suenan con estrépito. Cinco militares marchan en fila hasta colocarse frente al patíbulo. El General es colocado frente, lo atan y lo abandonan en la pared ensangrentada.

— Es una lástima que quieras ser militar… Me encantaría que estuvieras de mi lado.
— Lo estaré. Tú sabes que los militares no me inspiran mucha lealtad.
— Entonces… tú y yo haremos grandes cosas… ya lo imagino; la Revolución Arrealista Sociomexicana.

… En su delirio estrecha una mano invisible entre las suyas.
— Te fallé.- susurra.
Y una voz en el viento responde: “No, nunca me has fallado”
— ¡Atención!
¡Preparen!
¡Apunten!...

— Nunca tengas miedo de decepcionarme, ¡nunca lo harás!

— ¡¡¡ Fuego!!!

— Aunque mis ideales fallaran, sabes lo mucho que te quiero. No por eso lo haré menos.






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A verso libre





Ahora
que hay hielos sobre el azul,




y que tras el aire que atraviesa,
que desangra (risueño);
hay vacíos desesperados de paz en llamas
Quizá me atreva a afirmar:
(No lo sé; nunca sé nada)




Que te temo,




Que te tengo un miedo azul,




Un miedo trémulo...
Infiltrado...




Un miedo verdadero pero
quizá irreal.




Te tengo un horror plausible de poema.




Te veo tras trozos de cristales ahumados,
tras trozos de cuarzo rapaz de hipocrecía.
o quizá de amor...
o quizá frambuesa.




Tu vista de lejos, de frente,
de atrás, por ambos lados...
me sabe a mar,
a rizos frescos...
A verso Libre.

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a Charles Ruhan


Cabalgante.

Rapaz.

Agua soñada de mares enclaustrados.

En tu trabajo de artesano, de joyero;

tus manos reposan incansables bajo el telón de la sorpresa;

del delirio vital.


En el río donde vierten sus aguas tus deseos,

donde tus hilares se bañan por las tardes,

donde tus sueños corretean sin censuras;

crece el ámpula eterna de mi misterio,

de mi atractivo,

de mis proyectos sanguinarios de belleza idealizada.....


Tengo miedo.

Tengo miedo de la duda y del destino.

Tengo miedo de la lluvia fría de materia,

de cerebro azul encarnizado....

soy azul....

y soy cerebro.

Será que me temo a mí misma?


A la vez, soy la lluvia que besa tus labios,

que borda de cálidas bisagras tus sábadas de luto....

soy ideal....

soy calor imaginario.

y soy Textual y Seria...

como la Soledad,

como el Vacío,

como el Amor.

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Líneas de Ocasión by María Fernanda Pérez Ramírez is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.