Favor de acariciar a la Rocamadour.

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Todo Ocurrió


Todo fue como debió:
Frágil, limpio, sencillo.

Sonaron campanillas incrédulas en mis cabellos
Y,
Bajo tu rostro
Se agitó el Mar que te posee (a veces)
Que me mostraste.

Todo “fue” como debía
Pero
¿Cómo debía?
¡Cómo debía!
¿Cómo? ¡Debía!
¡Cómo! ¿Debía?

En filamentos, Señor… en Filamentos.
Mi poema se peina con cánones estridentes,
Ahumados,
Con voces heridas de intransigencia absoluta.
… éste lo maquillé con reproche, con mordida,
Y lo quiero en ti,
Prendido de tus labios (contemplativos) de la Razón,
De la cordura.

(El mayor Reinado de tu candor, de tu encanto,
Se esconde al fondo de tu garganta…
Garganta…
Garganta….
Voz, voz, voz….
Recuerdo)

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Ideales (segunda parte)


CAPÍTULO UNO

La mochila se vuelve pesada a cada paso. Hay charcos en su camino y lodo fresco bajo sus pasos. El viento le azota una gélida llovizna en la cara y, en las manos, le cala un frío que entumece sus dedos, sus esperanzas.
Más allá, a unos cuantos metros, el edificio bajito, compacto, se impone a su vista que vaga de detalle en detalle, de gota en gota, de nube en nube. Los cristales de sus lentes están empañados con la lluvia y el fleco, ya empapado, resbala constantemente sobre su rostro.
Alcanza techo. Aún así, resbalan gotones pesados por el filo del descanso que le calan por la espalda, por los brazos. Se recoge en la pared; coloca sus cosas delante de sí y avanza, con cuidado. Huye del agua que la ataca con su brío, con su insistencia. Allá, sobre un árbol, una nube se descubre y deja ver, con un brillo tímido y sosegado, una estrella nítida, enorme, regia. Venus le ilumina los ojos con el Arte, con el resplandor.
— Belleza es Amor.- Susurra, y camina de nuevo, constante, cabizbaja, meditabunda, hostil.

Tu vista me sabe a mar, a esperanzas. / El verte me hace soñar, sentir que sueño.

— ¿Fer?, ¿Fer?... ¡Rabanito Girl!... ¡Rabanito!
—No mames, Mariana, me asustas. ¿Qué pasó?
— Despiértate, burra. Ya llegó la maestra.
— Ah, caray. Se me fue. Hasta estaba soñando, güey.
— Si, si… si nos dimos cuenta.- Risas.

De la nada, una muchacha menuda gira el rostro y las mira.
— ¿Qué de qué, o qué?
— Nada, Ingrid. Esta chamaca aquí; de irresponsable. Mira, ¡tiene la baba por toda la cara, jajaja!
— Cállate Mariana.
— Oye.- dice Ingrid y mira ansiosa hacia la puerta.- ¿y Dinorah?
— Yo que sé.- Fer se recoge de nuevo dentro de sus brazos y se acuesta sobre el pequeño escritorio.- Esa mujer siempre llega tarde. – Bosteza.- Déjame dormir, güey; ¿no ves como vengo?
— No, Fer. Ya te dije que no. – Contesta Mariana agitando vigorosamente un dedo frente a su rostro somnoliento. – Tienes que tomar los apuntes para que nos los pases, eh.
— Mira, ya llegó Dinorah. Que los tome ella, ya le toca. Mientras déjame dormir. Anoche no dormí nada, estaba soñando un buen de cosas…
— Ya, Fer.- Ingrid gira la cabeza de nuevo. El cabello lacio de su coleta roza ligeramente el rostro agotado de Fernanda.- Dinos con quién estás soñando. Ya van varios días que te vemos así.
—… ay, mujeres… si yo les explicara…
Risas poderosas, estridentes. En los lugares cercanos, los demás estudiantes se interrumpen y voltean a mirar qué es lo que pasa. A unos lugares, un muchacho ríe; no demasiado.

CAPÍTULO DOS

Es frágil la conciencia. / La inconciencia se vuelve ley. / Contemplarte entre la una y la otra se hace brisa, se vuelve romance…
El amor es belleza/ ¿lo ves?

— Fer, ya me aburrí.
— Yo también, Mariana.

En la hoja de papel, un poema inconcluso agoniza entre suspiros y muere. No queda más por hacer. El papelito yace mutilado entre caos de las materias y al verle tan inútil, tan gris, tan fallido; Fernanda le toma, lo aprieta entre sus manos y ahora le contempla convertido en un fantástico proyectil. Mira su objetivo: Un muchacho que escribe concentrado en su libreta el apunte aburridísimo del pizarrón.
— ¡Como vas Fer!, ¡como vas!, ¡dale!
— Cállate, Dinorah. Me desconcentras.
Le apunta y con decisión y maestría; ¡Pack!, la bala inofensiva se impacta contra la nuca del muchacho. Hay sorpresa en su rostro; voltea rápidamente la cabeza y la mira allí, fingiendo estúpidamente su inocencia mientras disimula la sonrisa traviesa de sus labios. Ella le mira disimuladamente mientras él vuelve a su libreta, a sus apuntes. En los labios de él, hay una esperanza de sonrisa.
— iiiiih… no, Raúl. Yo que tú…- Mario agitaba lentamente la cabeza. – Ten dale con esto.
— Espérate, Mario. Ahorita.

A veces, el mundo se vuelve roca / pedrusco inanimado. / Entonces, el aire vuélvase gris / y el cielo triste, caído, ahumado…/ y me pesan los pulmones / me pesa la vida / me pesa el camino perdido… / recuperado.
La Belleza es Arte, ¿lo sientes?


— ¡A Fer le gusta Raúl! ¡A Fer le gusta Raúl!
— ¡Cállate, Dinorah!, no es cierto…
— No pues, Dinorah. No seas mentirosa… a fer le gusta mi primo, ¿verdad?
— No mames, Mariana.
— ¿qué pasó? ¡Díganme!
— ¡Voltéate, Ingrid!... Éstas están acá, buscándome novio.

Luna, Luna Roja… roja.
La Luna se estrelló en el cielo/ Sangra por la comisura de los labios. / Me sonríe. / Me llena de sueños regordetes, / me procura, me cuida. / me vuelve huerto.

— ¡Órales!... ¡yo ayudo!
— No, Ingrid… que es jalada nada más…
— Sí, Fer… hay que hacer eso.- Apunta Dinorah.- vamos a hacer experimentos contigo ¿va?
— A ver, Fer ¿Con quién quieres?
— jajaja, para mí no es tan fácil querer con alguien nada más así; tiene su proceso…-
— Ya sé… quieres con el Tipo del Eclipse, Fer.
— Dejen al pobre Juan en paz, jajaja.- En su hoja florecía un nuevo poema.

El silencio se hace grito ahogado en letras / en comisiones. / Bajo el ardor de un delirio acompasado / muere la esperanza del resplandor / de la paz…/ El Arte se vuelve Amor; el Amor, Belleza; la Belleza, Luz; La Luz, Estrella; La Estrella, yo.


— Al menos podrían ser más discretas ¿no creen?- Fernanda agita la cabeza.

La mochila es pesada. Hiere a cada paso… duele.

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