Favor de acariciar a la Rocamadour.

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Caos

Algo tuvo que volver antes
que todo se fuera.
Como mi Yo
que se perdió entre tacones furiosos
subterráneos
y otoños de seda citadina.

Tengo miedo, tengo tanto miedo,
ahora que las noches vuelan
con alas de murciélago
desde los árboles desnudos de la acera
que rechinan
como goznes desauciados
de sol a sol: desde que voy
hasta que vuelvo.

Porque
para volver, tuve que dejarme ir
entre la gente.
Y ahora vuelvo aquí, a la hoja en blanco
y a deshacer la muerte de las hojas en la calle
y la risa de las aves

y de las avenidas.

A retratar un paisaje urbano, que me es
totalmente ajeno, lejano, indiferentemente hostil,
que me recibe
con las entrañas abiertas.

Que la poca Mar que me quedaba
la devora...
Que me lanza hacia el carajo
como bala perdida en la enternidad
del universo.

Y yo, Ladrona... me retuerzo
en el lago sagrado de tu calma
tu certeza
y tu solidaridad,

que se han vuelto mi pan de cada día.

Te vendo mi alma
a cambio de tu Paz.

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Bienvenida

El día de hoy
cantemos todos.
Pretendamos que el mundo
es una rueca
y que hilamos
al tiempo clandestino
con ovillos de lana de bondad.

Juguemos a la espada y al escudo,
ciñamos nuestras sienes con olivo y con laurel.
Vistámonos de blanco
toda el alma
y volemos, con alas nocturnas,
tras el velo de plumas
de la Paz.

Aflojemos los puños,
abramos los brazos hacia el cosmos,
que nos bese su brillo

y que nos cante,
que nos cante
la canción del Universo,

Que nos arrulle la Luna
con voz sonámbula, hasta que nazca el sol.

Hoy
Construyámonos de Luz
y de colores.
Cubramos nuestra Tierra con guirnaldas
Sembremos, en nuestra Tierra, humanidad.

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Gloria

Carcajada de miel,

rescate de sandía.

Arroyo de frutas frescas

que me arrastra hasta
el precipicio.

No sé qué tiene tu risa
que me aleja de la de él,
ni tus ojos lejanos e inhumanos,
ni tu aliento de Dios que me huele
a perfumes envinados.

Me sabes tanto a gloria...
a raíz, a reverencia,
aunque agotes mis alforjas de paz
y me revuelques
en el delirio de tus labios o tus cabellos
amarillos.

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Te quiero entero

No hablemos más de mí, ni de ti.

Es más
te propongo
que dejemos de hablar del mundo mismo
en su cáscara de nuez.

¿Por qué? No
no hay razón alguna
más que el capricho sereno del delirio
y de la búsqueda constante
de cariño, calor, ternura: paz.

Déjate de cuentas rotas
o de cristales mutilados: no
quiero quejas
no quiero
reproche alguno de tus soles o mis lunas.

Calla, guarda silencio.
Mírame
desnuda de ojos
entre las faroles encendidos de la madrugada
nocturna.
Mírame,
entre la hiedra,
serena, reina de los cerrojos
que guardan el armario de tu olor.

Te quiero a ti

así de suave
de certero
de puro

de nuevo.

Te quiero a ti
que no me acechas
que no me manchas.

Quiero mi vida envuelta en la tuya.
Tus manos guardadas en mi ombligo,
tu risa de mora salvaje
palpitando en la cobija de mi abrazo.

Quiero la suma de fe.
Te quiero entero.

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De los miles de años

De los miles de años que me pesan
y que no existen
mas que en los poemas
y en las canciones

me he pasado 500 huyendo y buscando...
más otros cuantos miles de los años que no escribo.

Tantos eones que me ciegan o enmudecen.
Tanto de lo mismo.

Tanto de este amor para la gente
que no sabe dar amor;

"¡Qué poesía!" me han gritado
tras coger del sucio piso pedazos
de mi cielo, de lo que fue mi cielo.
De lo que mi cielo perdió.

Y yo sin esta vida.
Sin estas letras.

Yo en mi barrilito aislado de vino
ególatra
de dioses Olímpicos caídos.

Yo sin ganas de ser Yo.
De hacerme Otra que se ame a sí misma.

Y que sea poeta por el resto de los siglos.

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Que sabe a ti

Ponle nombre a mi Caos
cauterízalo.

Levántalo
del mausoleo ilegal de párpados
pintados.

Libérame, desátame
de este témpano de sangre
que me hunde.

Destrózame, revíveme
de esta eterna soledad que sabe
a despedida.

Que sabe a ti.

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La última vez

De todas las veces que
te he mirado
sin mirarte

Algo me dice que ésta
ha sido la última
vez.

Y no sé por qué me arrastra
el rumor callado de tu ausencia.
No sé por qué el arrullo
taciturno
de tu abrazo, me secuestra
de las noches dormidas.
No sé por qué los gestos helados
de tus palabras inquietas;
salpicadas de risa,
bautizadas en llanto,
me recorren el alma en un arranque ensombrecido
de premura
que se crece
hasta convertirse en mar,
en viento,
en hidra
que devora con canciones salinas
los rastros sublimes
de mi corazón.

No sé por qué las horas
retroceden
tras el peso tu sombra.
No sé cómo es que ahogas
en el jugo
minutos de naranja
que robas,
que transmites,
a tu vida

Tan llena, tan plenamente saturada
de copos resueltos,
de silencios hostiles,
que devoran éste anhelo aniñado:

Esta contemplación mutua
tan tuya,

tan mía,

que nos remite
a la sed insaciable, al sueño profundo
de compañía... y amistad.

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