Favor de acariciar a la Rocamadour.

Te quiero entero

No hablemos más de mí, ni de ti.

Es más
te propongo
que dejemos de hablar del mundo mismo
en su cáscara de nuez.

¿Por qué? No
no hay razón alguna
más que el capricho sereno del delirio
y de la búsqueda constante
de cariño, calor, ternura: paz.

Déjate de cuentas rotas
o de cristales mutilados: no
quiero quejas
no quiero
reproche alguno de tus soles o mis lunas.

Calla, guarda silencio.
Mírame
desnuda de ojos
entre las faroles encendidos de la madrugada
nocturna.
Mírame,
entre la hiedra,
serena, reina de los cerrojos
que guardan el armario de tu olor.

Te quiero a ti

así de suave
de certero
de puro

de nuevo.

Te quiero a ti
que no me acechas
que no me manchas.

Quiero mi vida envuelta en la tuya.
Tus manos guardadas en mi ombligo,
tu risa de mora salvaje
palpitando en la cobija de mi abrazo.

Quiero la suma de fe.
Te quiero entero.

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