Una pestaña rueda
de tus ojos
hasta tus mejillas.
El aire la mese en un compás infinito
y miro como tus pupilas tiemblan al contacto con las mías
y tus labios se estremecen,
mudos,
como si encerraran un grito incompresible hacia mí,
hacia mi destino
o hacia el nuestro.
El Silencio,
tendido y temblorosamente gélido entre tu cuerpo y el mío,
se concibe como una muralla inoportuna de desdichas y delirios.
Tu abrazo es inseguro y fugaz...
y te alejas, con los brazos extendidos y la tristeza
presente,
bien realzada sobre esos ojos hermosos,
lóbregos e indiferentes, muchas veces...
Una manto de melancolía se cierne sobre tu mirada
como una capa helada de nieve y de granizo
en un prado poblado de flores fragantes y de aves.
El invierno llegó a tus caricias,
y el aire es cada vez más seco, irrespirable...
y cuento los días para que la primavera llegue a la yema de tus dedos
y me ames, como una corriente marina de cariño y de alegría,
y me estreches en una fiesta asfixiante de besos y de mimos,
de tus brazos.
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