¿Para qué mentirte?
Fuimos casi hermanas oscuras y lejanas
como estrellas gemelas;
cada una el fantasma inaudito de la otra,
la copia exacta celular.
Tus ojos eran océanos oscuros y serenos
esos labios delgados pudieron,
estoy segura,
pronunciar las palabras mías exactas y perfectas;
como nunca nadie más pudo hacerlo nunca.
Y ese rostro infantil,
oh, ese cabello...
Esos rizos castaños,
deslizantes,
por la curva sutil de tu espalda hasta tu talle.
Esas pestañas turbadas hacia el cielo,
y tu nariz...
Tú, el molde idéntico de mis delirios
y de mis esperanzas.
Tan parecida,
tan fatal,
tan irremediablemente alejada e inalcanzable.
Némesis preponderante,
escultura marmórea de alabastro y de cristal.
Eres como un dibujo mío
plasmado en el temblor de una gota que cae
sin tiempo y sin fortuna
sobre un mar helado de saliva y de nostalgia...
Te quiero como yo,
como fuiste.
Si eres como pienso,
tu alma es mucha pieza para ese mundo irreal,
incorpóreo y gris
que te ha envuelto entre un velo fino de alegría falsa ...
y de frialdad.
0 comentarios:
Publicar un comentario