Es infierno
no saber.
No comprender lo que sucede
con las cosas que se ahorcan, mutiladas
de vigas tormentosas con olor a moho
y a termitas.
No ver, no saborear
ni predecir
el oleaje final de una marea desolada de preguntas irresolvibles;
calantes de sal y de serpientes
que se enroscan en las piernas de los atrevidos.
Me siento cansada a medias,
me falta el aliento
y los párpados me anclan al suelo humóreo de la soledad,
del sueño,
de la pesadilla...
Duermo en un laberinto interminable
de dudas, de preguntas, de mutiliciones
y de falta de fé y de futuro.
Es tormenta
no saber.
Es desventaja pura ante el Destino.
Es condena viva ésta de la duda.
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