Favor de acariciar a la Rocamadour.

Profesor Gustavo

Querido Profesor Gustavo:

Hace tanto que no sé de usted, que "no le sé"... y justo ahora que me invade el iquieto rumor de su muerte, del cambio entrópico súbito y desgraciado de su esencia... me invade la melancolía.
No quiero que se muera.
Por favor, no muera.
¡Dígame que no está muerto!
Y dígame que sigue allí... para compartir conmigo su cumpleaños.
...porque ojalá estuviera usted aquí para revivir el mío, que se ahogó en el llanto de los otros y en mi propio llanto egoísta, malcriado e infantil; en el llanto de Mariana, en el llanto de Darío, en el llanto de mamá.
Y en su llanto.
Me acuerdo de usted ahora, ayer: todos los días. Me acuerdo de su abrazo, de su quietud, de la forma etérea de sus palabras y del gorrioncillo callado de su voz, de su corazón jadeante, de su bastón en mano y de sus letras, tan rasgadas, tan suaves, tan preciosas... de su soledad perene que llenó mi corazón.
Venga aquí... por favor. Se lo ruego, se lo imploro.
Vuelva, no se vaya usted también como me dejó Diego, como se fue Ruperto. No me vuelva la espalda como Raúl.
Quédese... llore conmigo la dicha y la desgracia. O no llore, no importa... pero oígame llorar. Siento tanto dolor, tantos celos, tanta envidia, ira, odio, miedo, angustia, frustración, que las pesadillas no me dejan oír los pasos en las paredes, y los fantasmas de mis demonios me acechan tras las veredas oscuras o en el fondo de los ojos de Miniño.

Miniño... ese Miniño... siempre tan lejado de mí y del mundo. Siempre tan lejano de sí.
Quien yo amo... quien quiero que me ame.
¡Mentira quien dijo amar sin esperar cariño aparte!
Miniño, que me da su soledad a cambio de besos, que me vende su amargura por abrazos... pero que yo se la compro por amor y por castigo.

Profesor Gustavo, venga. Vámonos usted y yo juntos, pero no al lecho de la muerte, sino al lecho del Mar, con las Ondinas y con Simbad. Con los tesoros perdidos y los monstruos abisales.

No se vaya usted también, porque lo extraño.
Mejor regrésese, despídase, dígame otra vez "Feliz Cumpleaños" y celébrelo conmigo, que tanto lo quise, véngase conmigo que tanta falta le hace... confíe un poco en mí que siempre busqué su amor, su respeto y su estima no por mis atenciones, sino por mis sentimientos, mis talentos y mi inmensa admiración por usted.... tan afín...
Y quizá demasiado serio, demasiado todo para una niña idiota como yo, tan boba y una sufrida.

No se vaya, Profesor.
No se vaya.

...Profesor Gustavo.

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