Favor de acariciar a la Rocamadour.

La Ovejita Rosa




Hela allí, como punto brillante en una planicie terrosa y abandonada; envuelta en una nube negra de polvo y arenilla oscura erosionada de las rocas.


Se sienta.


Dispone el traserito cubierto de pelusa rosada sobre el suelo y suda, a grandes gotas de oveja, por el calor.


Gime.


Mira a ambos lados.


—Ay, estoy perdida.- lloriquea y grandes lágrimas ovinas resbalan por su cara.


Bala, bala mucho.


Bala, bala, bala y bala sin levantar su cuerpecito del suelo mientras su suave lana de color albaricoque es abatida por un viento gélido cargado de humores grasientos y de olores infernales.


La pobre ovejita rosa siente miedo, y todos saben que el olor del temor, o de la rabia, es sebo infalible para lobos, osos y mangostas.


Aullidos feroces labran surcos en el ocaso. Leves estrellas tiritan y una luna apenas engendrada asoma, por entre los débiles despojos de una luz diurna moribunda y roja, con suma pereza e indiferencia a la criaturita del señor que llora, con sentimiento y ternura, su desgracia.


— ¡Amo!, ¡Amo!, ¡Amo!- llora- Amo, no me deje. Le juro que seré blanca como las otras. Ya no quiero ser rosada, quiero ser blanca: pura, nívea, inmaculada, símbolo de la ausencia de pecado, de la paz, de la buena comida, del descanso y el ensueño. Puede meterme en lejía, no diré una sola palabra. Aunque me hierva le juro que no habrá balido alguno… pero no me deje. No me deje… no me deje.


—Pero si no te voy a dejar.- responde una voz que brilla, amarfilada, a fuerza de puros colmillos, y que proyecta sobre nuestra ovejita una sombra tétrica de orejas puntiagudas y cola largamente flecuda y entierrada.


Temblor ovino.


Vaho de maldad.


Oraciones al Creador acompañadas de lágrimas de pena, odio, terror y desventura.


Sonrisa de hambre permanentemente aliñada.


— Vamos, dime algo, pequeña.- prosigue el Lobo, rodeando a una oveja rosa que cierra, con fervor, los ojos, y se encoge en sí misma, de puro miedo, aparentando ser más diminuta todavía de lo que ya es.


—No… no le hablaba a usted, Señor.- espeta, temblando y llorando.- No se meta en lo que no le importa o… o… ¡O me lo Como!


Risa de maldad.


Mini gemidos y llanto acallado.


— No seas tonta, Oveja… ¡Hoy la cena eres tú!- y el lobo corre lanzando dentelladas hostiles sobre aquella sombre pequeñita. Salta sobre su presa abriendo y abriendo las fauces para devorarla de un solo bocado...


Cuando, de pronto, a medio vuelo lupínico… la ovejita rosa, llena de llanto y de tristeza, abrió aún más grande su hociquito suave como el algodón, y engulló, en apenas un instante, la totalidad de un lobo tan grande como la noche.


Lloró más quedito su abandono.
… y su soledad.

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Líneas de Ocasión by María Fernanda Pérez Ramírez is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.