Favor de acariciar a la Rocamadour.

Despedidas


¡Ah, las despedidas!
El día, cual mata de luz gelatinosa y gris, cuajaba de gotas los cristales nublados por nubes oscuras, por robustas danzarinas que lejanas, hacían silbar al viento la canción de la tormenta, justo en el preciso momento en la vida los forzaba a separarse.


Ella asía una maleta cascaruda y descompuesta: mal cerrada, que dejaba escapar ciertos jirones de prendas increíblemente sencillas y desconocidas, con la diestra. Mientras que la zurda empujaba, neciamente, unos pesados armazones de pasta oscura sobre sus más oscuros ojos, oscuras cejas, tupidas pestañas y viscosas lágrimas de goma triste y chamuscada. Su piel se erizaba de frío bajo la camisa de cuadros marrones, ciertamente ligera, ciertamente desgarbada y más ciertamente poco propia para la ocasión. Los jeans, con sendos agujeros descocidos en las rodillas delgadas y gráciles, tapaban, en su caída, unos gastados tenis de tela con diversas manchas misteriosas; poderosas testigos de múltiples anécdotas y recuerdos, muchos de ellos reprochables y amargos, como el café.


Lloraba, ciertamente lloraba. Derramaba gota tras gota su tristeza encarcelada tras los limpios cristalinos. Sollozaba, silenciosamente, con los labios entreabiertos, ligeramente resecos, sobre unos dientes medianos firmemente apretados. La cabeza erguida, el cuello firme, un poco hosco: parecía atorado. El puño que sujetaba el asa de la maleta duramente cerrado con decisión.


Atrás se quedaba la vida, el amor: Todo.


Se quedaba Él, su Madre, su inexperiencia. Su confianza, sus certezas, sus años vividos. Se marchaba, se alejaba para siempre del sabor cálido, un poco salado, de los chocolates de la abuela… y del sabor condimentado y vigoroso de los besos, de los abrazos y de los tequieros contenidos.


Y Él la fue a ver marchar. Sin decir nada. Sin abrir la boca, de labios delgados y trémulos.

En su silencio, le dio un beso final; un beso cargado de reproche, dolor y amargura, de hiel congelada y humedecida por el clima y por la angustia... Le abrazó…


Y ella sólo pudo romper en llanto por la avenida, sin decir siquiera Adiós.
Sin alzar la mano para insinuar un hasta luego.
El último beso le sabía, a ella, a reto. A insulto de universidad… a tentación… Pero la maleta estaba hecha y las despedidas dichas.


Sólo alcanzó a decir Te Amo antes de volverse y andar...

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Líneas de Ocasión by María Fernanda Pérez Ramírez is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.