las cosas no sonríen
y cuelgan telarañas opacas de los rincones
de los armarios oscuros y enpolvados.
La melancolía respira bien cerca
de la nuca de uno
y le eriza los vellitos
nomás en pura desesperación.
La tristeza, la angustia
enfrían el hálito moribundo
en los pulmones... y se siente el ansia en el estómago,
en la piel de las mejillas.
Un escalofrío le recorre el alma,
y un pinchazo de muerte y de dolor
se le espaca a la esperanza de los labios.
Cómo duele la ausencia...
Dónde yo nací,
las cosas sollozan en murmullos callados
y lamentan
la pérdida del amor que ha desaparecido.
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