Favor de acariciar a la Rocamadour.

Letras



Me dijeron que, si lograba conseguir esa carta, el futuro del mundo estaría ya en mis manos. Me dijeron que sólo bastaban unas cuantas minúsculas y mayúsculas para tejer una corona de luz. Y allí estaba yo, frente al derruido edificio del antiguo palacio, aguardando a que el valor llegase para atreverme a entrar.
La noche anterior me había revuelto entre las sábanas regocijándome del éxito que acompañaba a esa carta que estrechaba ahora entre mis manos; una carta pura, blanca, misteriosa... una carta de sobre inmaculado que no me atrevía a irrumpir. Una carta de amor, de poder, de fantasía...
Y yo necesitaba esa carta. Necesitaba de su tinta, de sus hechos... necesitaba de sus mundos, de sus quimeras... de la magia que por medio de la magia, yo habría de dominar.

Se cuenta entre poetas y novelistas que es posible dominar a otro por medio de sus letras; que es preciso sólo contar con unas pocas para manipularle, para controlarle... Yo no hacía eso por el poder, o por las ganancias... no, yo lo hacía por algo más. La carta que hasta el momento indecisamente estrechaba entre mis manos representaba la métrica de mi existencia, el parámetro del abismo, en el umbral de mi tristeza... Representaba la oportunidad de conocerle por dentro, de saberme en sus entrañas, de encontrarme dentro de su dimensión…
Pero antes, necesitaba entrar en el castillo ruinoso para así lograr entrar en el misterio.

Estreché el papelito contra mi pecho. Sí, podía sentirlo.... algo allí dentro palpitaba.... algo allí dentro se movía y buscaba el contacto de mi cuerpo como un animalillo peludo en busca de algo de calor. Con un gesto casi mecánico acaricié el sobre y respirando hondo, di un paso hacia el umbral guardando la carta en mi bolsillo.

...Y entonces, como desde un punto ínfimo de una ventana, pude ver a la Hechicera.
Allí, situada en la mitad de una nada insoportablemente vil, se hallaba bordando con hilo de seda y aguja de hueso un tapiz de celofán.
Vi salir de sus dedos laboriosos tantas figuras, tantos mundos, espacios y puertas...

Con el miedo tembloroso en las pupilas, me acerqué. Ella pareció no verme y continuó bordando mientras tarareaba una canción que no reconocí.
--- Perdone …
No obtuve respuesta.
--- Disculpe …
Ni así, siquiera, me miró.
--- !Hey! Necesito de su ayuda!
La hechicera, entonces, levantó sus hermosos ojos azules y agitó los cabellos blancos, hebras de plata hiladas con nubes de paz.
--- Eso me queda claro. De otro modo no estarías aquí.
¡Su voz era extrañamente potente y joven, su rostro terso e infantil! Sin más, retomó la insistente actividad y me ignoró.
Yo saqué la carta de mi bolsillo y sólo entonces su mirada brilló de nuevo sobre mis manos. Me preguntó de dónde la había sacado y a quién pertenecía; preguntas meramente mecánicas a las que yo respondía como un examen. Con sus dedos largos tomó el sobre y se puso a examinarlo con cuidado minucioso de doctor.
--- ¿Tienes idea de lo que haces? Pides un Hechizo de Letras.
--- Sí.
--- ¿Te das cuenta? me entregas una carta que tú has escrito a ti mismo; me pides que te hechice a ti, para ti. Me pides que te otorgue control sobre tu control. Me pides que...
--- Se exactamente lo que pido.- Respondí insolente.- Por favor, no lo haga más difícil... quiero salir de aquí.
Me sentía incómodo. Pesaban sobre mi espalda miradas fantasmales de ojos invisibles para mi razón.
Sus ojos de zafiro eran de fuego mientras engullía lentamente mi carta, mi preciosa carta...
¡Dios! aquella hechicera era tan hermosa, tan hermosa.......


. . . . . . .

El poeta calló entonces. Su mirada yacía perdida en el vacío de la Terminal.
Yo tomé un sorbo de té y me miré las manos manchadas de tinta.

Muchos son los que han fundido su vida con el arte tributándole una hoja, unas cuantas letras… y toda su existencia…

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Líneas de Ocasión by María Fernanda Pérez Ramírez is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.