Favor de acariciar a la Rocamadour.

¿Y tú qué harías?



Y si yo muriera en este instante
¿Tú qué harías?

¿Si de un momento a otro
Mi cuerpo
Quedara encerrado en el recinto de los gusanos,
De la tierra
Y del Sueño eterno…

Si mis ojos,
Cuencas blanquecinas,
Se cerraran de pronto para volverse en sí mismos;
Hacia el aliento inmortal del recuerdo
Hacia el retorno de ilusiones
Cruzadas, ardientes:
incrustadas en rubís afilados a fuerza de lágrimas incontenibles…

Si mis labios se torcieran,
Se curvaran,
Se apretaran (para siempre)
En un mutis afligido de dolor, de angustia,
De cadáver nauseabundo infestado de moscas y larvas burbujeantes,
Y se ulceraran,
Se inocularan de besos: esos besos que no se dieron,
Que se apagaron,
Como ascuas vertidas en el curso del arroyo matutino…

Si mi voz
Se despidiera
En un cántico suave: bajito, bajito,
Como el sonido de los sueños que duermen los gorriones
Recogidos en la calidez de sus nidos frágiles y pasajeros…
Qué harías?

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Si tú murieras... el cielo falto de confiaza se asomaría dentro de las mentes juveniles, se sabría solo y malcriado, sabría que le falta algo, un fulgor repentino como las paradojas del infame infinito.

Si tú murieras, lucecita de serie navideña, plasmada en el cielo de la nada, tintineante e insegura, frágil e incontenible, serenamente cierta, habría un hueco en Arabia, habría un hueco en cada interpretación, un hueco antes Rojo y sangrante, un hueco un millón de veces más grande que mi sol.

Aún no contesto a tu pregunta...

Si tú, estrella, mueres, este abismo en el pecho se cerraría, podría asistir a tu entierro, podría derramar un par (sólo un par) de lágrimas, podría decir que el mundo y la gente es injusta, y maldecir la hora en la que te fuiste.

Podría decirle al mundo que lo odio, como odio los días y las flores, como odio la miel y los bellos colores, por que cuando te ví, los exilié de mi vida, todo se tornó del color del infinito, y rojo, como la sangre con la que escribiré algunas de mis últimas líneas.

Si tú murieras, dulce y cruel estrella, cerraría los ojos y guardaría silencio sólo un minuto, si tu murieras, sabría a ciencia cierta que no volverás...

Pero sólo una cosa aseguro: eso no sucederá, sé que sigues en tu sitio, y que al parecer todo está bien, sé que quedas intacta, con tu ingravidez a cuestas, que puedo mirarte a distancia y saber que aún existes, y saber que aún se te inflama el pecho, que aún hay estrellas para saltar (y alcanzar).
D E V

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