Favor de acariciar a la Rocamadour.

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Te quiero entero

No hablemos más de mí, ni de ti.

Es más
te propongo
que dejemos de hablar del mundo mismo
en su cáscara de nuez.

¿Por qué? No
no hay razón alguna
más que el capricho sereno del delirio
y de la búsqueda constante
de cariño, calor, ternura: paz.

Déjate de cuentas rotas
o de cristales mutilados: no
quiero quejas
no quiero
reproche alguno de tus soles o mis lunas.

Calla, guarda silencio.
Mírame
desnuda de ojos
entre las faroles encendidos de la madrugada
nocturna.
Mírame,
entre la hiedra,
serena, reina de los cerrojos
que guardan el armario de tu olor.

Te quiero a ti

así de suave
de certero
de puro

de nuevo.

Te quiero a ti
que no me acechas
que no me manchas.

Quiero mi vida envuelta en la tuya.
Tus manos guardadas en mi ombligo,
tu risa de mora salvaje
palpitando en la cobija de mi abrazo.

Quiero la suma de fe.
Te quiero entero.

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De los miles de años

De los miles de años que me pesan
y que no existen
mas que en los poemas
y en las canciones

me he pasado 500 huyendo y buscando...
más otros cuantos miles de los años que no escribo.

Tantos eones que me ciegan o enmudecen.
Tanto de lo mismo.

Tanto de este amor para la gente
que no sabe dar amor;

"¡Qué poesía!" me han gritado
tras coger del sucio piso pedazos
de mi cielo, de lo que fue mi cielo.
De lo que mi cielo perdió.

Y yo sin esta vida.
Sin estas letras.

Yo en mi barrilito aislado de vino
ególatra
de dioses Olímpicos caídos.

Yo sin ganas de ser Yo.
De hacerme Otra que se ame a sí misma.

Y que sea poeta por el resto de los siglos.

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