Favor de acariciar a la Rocamadour.

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México

Ay, mi Pueblo.
Tan ajeno para Dios...
Hundido en el sendero de los siglos,
pestilente a pólvora, o pulque; a democracia

Ay, mi Pueblo:
a la vez
tan lejano para el Diablo.

Tus montes, selvas;
tus cielos cuajados de astros zodiacales,
lloran
tu sepulcro en la Imprenta de los Infelices,
en la tinta carbonizada del Delito, de la sangre,
de las vísceras calientes de tus hijos destrozados
por los perros.

Oh, Paraíso de los Vientos,
Edén de mariposas,
Camastro de golondrinas,
Lienzo para garzas níveas,
que pintadas
por pinceles delicados,
reposan, con sus alas al óleo,
sobre las márgenes de tus ríos...

Ríos que se tiñen con las almas de tus hijos,
que se salan con las lágrimas de las viudas,
con los pies descalzos de huérfanos
que lavan su tristeza sobre las piedras,
sobre las espinas de los nopales.

Ay, mi Pueblo.
Tan ensombrecido... tan dolido.
Tan lleno de nubes cerradas que te obstruyen el paso,
que te tapan el Sol,
que te dejan frío, solo y tenue
bajo la luz cegadora del Mundo.

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Ahora sí: Sin título.

Ahora sí es oficial: se me fueron las letras.
Dejé de leer, pierdo la concentración con facilidad; divago.
Mi maestra de Literatura comete errores o mete la pata y no me molesto en corregir o precisar.
No quiero llegar temprano a ninguna parte.
No compro tiempo aire para mi teléfono celular.
Alimento al hamster con mesura y doy más atención a los peces.
Pienso muchísimo es sushi (mi padre dijo que saldríamos hoy. No cumplió).
Me he levantado tres veces de la silla antes de publicar esto: me estoy quedando vacía.
Hago oraciones enlistadas.
Carezco de nexos lógicos.
Se me mueren las ideas.
Conexiones neuronales trenzadas me hacen creer que recuerdo memorias ajenas y que en mí vivien olores, sensaciones y prejucios que antes no existían: que no son míos.
Tengo sueño crónico.
Tengo pesadillas.

Volveré a los ejercicios básicos de redacción.

Una disculpa a todos, una disculpa incluso al libro que no puedo terminar de leer porque no me pica.

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Latir

Latir del tiempo.
El corazón de la era se detiene
pulsa el aire.
Aves azules deshilan los brotes de la mañana
y bandadas de nubes cristalinas empañan
con sus gotas minúsculas de mar, de vida
el cielo.

A ojos cerrados
disfruto.

Tu recuerdo se lava
a lágrimas, a risas,
a saludos, besos y mordidas de otros.

La culpa se difumina
junto con el arome de tu cuello
y la forma de tu rostro.

El olvido, con sus saliva corrosiva
con su látigo hirviente
deshace el color de tus ojos:
tu iris de terciopelo se deshace,
con la velocidad de la noche,
en minúsculas partículas,
en chorros electrónicos,
en emisiones de luz...
y huye, hacia las estrellas,
donde mi lengua y mis besos no le hallen
donde viva feliz: implosionando.

Cae la oscuridad,
mi voz sonríe.

Ya no recuerdo tu cara.

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¡Y dices que mi fe no es verdadera!
Acércate.
Sé testigo de las ansias que tengo por vivir.

De mi institinto,
siente el olor de la superviviencia cocinándose en mis poros
y mira como estos ojos ojos se ensalzan
con la vista del Océano rojizo y desprendido
de tu derrota.

Perdiste.
Acéptalo: perdiste.
Me amases, o no me amases,
te jugaste el todo por el todo,
me pusiste un arma en las sienes,
una corona de espinas envenandas en el corazón
y me cantaste (qué va, me gritaste) tu himno favorito,
la canción más ardiente y efectiva que te sabes:
"Renuncia, renuncia, renuncia, renuncia!
Deja tu vida, de tus sueños, déjate tú embarrada contra el piso,
limpia la suela de mis zapatos con tu esencia
y déjala en la basura
donde tiene que estar..."

Y yo lloré... lloré mucho.
Lloré tu estupidez, tu rencor, tu mal cariño...
Te abrazé, presionando mi pecho contra el tuyo
para que sintieras
el calor, la tibieza, el poder de mis latidos
y descubrieras
todo el Amor que yo guardaba... el Amor que te tenía.

Pero me tomaste por el cuello,
me acorralaste, jugaste y amenazaste...
Me dijiste "Nena, lo nuestro no se puede,
Ten; trágate estas piedras y dime adiós".

Y yo, con los ojos enlutados y el alma cabisbaja,
primero tomé aire,
luego lancé un suspiro....
Y ahora, de frente, le lo digo, grito, escupo y envío:
"¡No!".

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Nosotros

"La Luna" dicen todos.
"La Luna" decimos nosotros, los enamorados.
"Cuando mires la Luna, ten la certeza de que lo hago yo también, y pienso en ti" Se susurran los amantes por entre el rumor de las horas.

Hoy, miro el disco argentado reluciendo entre las nubes rasgadas, mordidas, esparcidas y llanas, en un terciopelo profundo de azul, recuerdo y pena, y pienso; no, más bien sé que tú no ves lo mismo que yo.
Tú debes estar levantando castillos, combatiendo dragones y demonios, demoliendo ciudades.
Yo sólo me limito a ver la Luna y a pensar en ti.
Eso... no puede ser bueno.

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Líneas de Ocasión by María Fernanda Pérez Ramírez is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.