Favor de acariciar a la Rocamadour.

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Me das mucho miedo cuando te disfrazas de ti

Me da mucho miedo
cuando te disfrazas de ti
y te vistes, con tu sombra,
de trabajo, incertidumbre, estrés y angustia.

Entonces te creces, como un árbol alto, frondoso,
imponente y real.
De esos a quienes la brisa susurra entre las ramas
y mece en las tardes del ventarrón,
haciendo aullar a las hojas... y a los perros.

Me haces chiquita, chiquita,
como figurita freudiana,
y el viento helado que se filtra entre tu copa de arce,
de abedul,
me alborota el pelo y las mejillas.
Me enciende los labios, me calibra la sangre...

Y me envuelve la penumbra de tu abrazo,
de tu fronda paterna.
Me presiona contra el suelo, contra la Tierra,
quiero volverme arena, ardilla, ave, nido...
Tu nuevo Yo, tu nueva forma
me sepulta entre las grietas abiertas
que se abren al atardecer.

Huyo de ti.
Tu follaje me persigue.

Ahora eres tú-amate.
Tú-helecho.

Tus esporas, frutos y semillas vuelan,
reptan, germinan y se expanden hacia mí...
y entonces yo me entierro entre una camilla de hojarasca.

Tú-imponente,
tú-disfrazado de ti,
tú-árbol, tú-distancia
te me acercas... extiendes tus lianas, atrapas mis tobillos,
reptas por mi cintura, por mi espalda, por mi cuello,
entras por mi tráquea... me inundas, me infectas, me inmovilizas;
tus brotecillos verdosos comienzan a crecer por entre mis dedos
y unas cuantas flores estallan en mi vientre,
pero me ahogo...

Y se me enciende el alma de incendiaria de repente,
y deseo quemar tu basta mundo, tus bastas ramas, tus bastas sombras
tu basto Tú.

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Volveré

Una se levanta,
se sacude la tierra acumulada,
la arena incrustada en los pliegues ardientes del Destierro
y se prepara, con la misma necedad cósmica,
con la misma persitencia cronométrica, armónica y desatada
de las olas cristalinas (poderosas, afiladas) que deshacen
las espumas marinas
en minúsculos cristales de oro, brisa y sal.

Volver...
una siempre vuelve.
Se yergue de entre los muertos.
Renace de los trozos mordisqueados por las fieras
que los Otros,
presas de arrebatos amorosos, fúricos e infernales
han esparcido por los caminos empolvados de la Cotidianidad.

Y a veces una llora,
llora su dolor y su destino:
la condena de ser el fanstama inmortal que ronda
los pasillos azarosos del recuerdo, o del olvido,
completamente ciego, completamente mudo;
bañado, salpicado, señalado
por el resplandor pálido que le confieren el paso de las horas,
de los días,
de la eternidad.

Entonces, la Tierra se abre
y sus entrañas desnudas se muestran
cálidas, maternales, dolientes
a los ojos destruidos del espectador...
Y la concienca cae en un sopor de ensueño
y se refugia en el vientre del Planeta
a soñar, a crecer, a querer, a esperar
que la semilla de su Fe brote por entre los campos verdes
y amarillos
de los prados silvestres de la Creación.

Sueño, me gesto
en las salas oscuras de la Espera,
en los espacios vacíos de la asuteridad.

Volveré.

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Líneas de Ocasión by María Fernanda Pérez Ramírez is licensed under a Creative Commons Atribución-No comercial-No Derivadas 2.5 México License.