Seguirte a todas partes,
procurarte de las sombras,
del incomparable olvido de las palabras y las alondras matutinas,
del ruido de la arena
o del silbido agudo del viento por las tardes;
me resulta una tarea agotadora,
irrealizable,
un poco necia, un poco estruendosa y suicida,
medio lenta,
medio tonta,
mitad divina y terrenal.
Y es que creer en tus palabras es un deporte peligroso!
Es pasear por el risco de la icertidumbre y del amor...
Pero hoy
que te he seguido hasta este parque
donde las nubes se alborozan, grises e hinchadas por la brisa y el clima huracanado,
agitando las hojas de los amates y jacarandas florecidas,
vuelvo a saltar,
vuelvo a creer; más por necesidad que por destino,
en esos ojos miel,
en esos labios.
En esta lluvia.